El pensar, decir y hacer lo mismo, que en principio suena fácil y sensato, se convierte en un imposible cuando nos percatamos de lo dispares que pueden ser estos tres conceptos en la práctica. ¿Podríamos plantearnos vivir en coherencia respetando estas tres ideas fundamentales?
Normalmente, la vida de la mayoría de las personas se desarrolla en dos frentes: la imagen pública y la creencia privada o auto-imagen «real». ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que expresamos determinadas ideas pero a la vez estamos pensando o haciendo otras muy distintas.
Estos comportamientos son los que originan las llamadas agendas ocultas, es decir, la verdadera motivación o razón por la cual estamos diciendo, actuando o pensando de determinada manera. Para entenderlo mejor, vamos a ilustrarlo con un ejemplo:
Supongamos que conocemos a una persona que puede ayudarnos a conseguir un ascenso o un beneficio laboral similar. Al tener esto en mente, comenzamos a tratarlo o tratarla con deferencia para que piense / sienta que lo o la consideramos especial. Para esa persona, nuestro comportamiento simplemente le hará creer que es alguien que merece nuestro aprecio y deferencia, cuando en realidad lo que está ocurriendo es que le estamos «predisponiendo» a que actúe en nuestro favor cuando llegue el momento adecuado.
La presencia de estas agendas ocultas consume energía y nos expone a situaciones potencialmente perjudiciales en el corto y largo plazo. Si consideramos las ventajas de la coherencia explicada anteriormente (pensar, decir y hacer lo mismo), veremos que nuestra vida cotidiana se transforma de una carrera de obstáculos o campo de minas a una experiencia plena, honesta, sincera y sobre todo, real.
¿Estarías dispuesto / dispuesta a ser coherente en tu vida siquiera una vez?