Motivación Continua

En muchos de los proyectos o actividades que emprendemos, hay un factor común: el entusiasmo o motivación inicial, que hace que aquello que estamos comenzando se antoje atractivo, fácil y divertido. Sin embargo, a medida que la actividad o proyecto se van desarrollando y nos encontramos con obstáculos o nuestras expectativas iniciales no se cumplen, el ánimo va decayendo hasta incluso lograr que aquello que nos parecía tan interesante se convierta en una pesada carga de la que nos queremos deshacer cuanto antes.

El arte de motivarse es complejo. Se necesita mucha persistencia y entender cómo funcionamos para saber cuando y cómo es necesario recibir una inyección de energía e impulso para continuar y lograr lo que nos hemos propuesto. Sin embargo, la mayoría de nosotros sabemos como hacerlo, porque cuando alguien más necesita de una palabra de aliento o «un hombro sobre el cual llorar», sabemos que decir, que hacer y nos esforzamos por confortar a esta persona para que pueda continuar y/o sobreponerse a la situación que esté viviendo. El principal obstáculo es que no aplicamos esa sabiduría y conocimiento en nosotros mismos la mayoría de las veces.

En esencia, se nos ha enseñado o hemos aprendido a ser excesivamente duros con nosotros mismos: exageramos nuestros errores y poco reconocemos nuestros éxitos o logros. Lo que causa que cuando encontramos algún obstáculo o dificultad, nos demos por vencidos porque no recordamos que somos capaces y que hemos superado muchos retos iguales o mayores en el pasado.

El secreto para no perder el impulso y evitar el «auto-castigo» es recordar continuamente nuestras habilidades, capacidades y logros, de manera que nuestro cerebro se acostumbre y tenga presente esta información en todo momento, para que, cuando se encuentre con una situación que dispare los mecanismos de auto-compasión, derrota o insatisfacción, pueda responder con un estímulo positivo que nos permita seguir adelante.

¿Y cómo lo hacemos? El escuchar o leer frases motivadoras, que han de estar construidas y dichas en tiempo presente y enunciando una acción clara, le permiten a nuestro cuerpo asociar sentimientos y refuerzos positivos a nuestra propia persona. Si la voz que nos indica estas ideas es la nuestra, el efecto será mucho mayor. Al principio puede que nos suene extraño y hasta molesto escuchar nuestra propia voz una y otra vez diciendo cosas que tal vez nos generen rechazo o que al comienzo no creamos. No obstante, si persistimos en escucharlas, comenzaremos a notar que cada vez más nos identificamos con dichas ideas. Dicho de otro modo, es emplear el principio de la publicidad repetitiva para que el mensaje cale en lo más profundo de nuestra mente, con todos los efectos positivos que esto genera.

En Henkan podemos ayudarte a diseñar tus frases potenciadoras, creando posteriormente una grabación única y personalizada para que puedas mantener la motivación cada vez durante más tiempo. Consúltanos!

Primero tu

Desde tiempos inmemoriales se nos ha enseñado, por activa y por pasiva, que debemos anteponer las necesidades de los demás a las nuestras, ya que el hacer lo contrario es signo de «mala educación», «egoísmo», «prepotencia» y cualquier otro adjetivo despectivo que se les ocurra.

Sin embargo, a medida que avanzamos por el camino de la vida, nos vamos dando cuenta, muchas veces no de la mejor manera, que este enfoque es esencialmente un error, ya que como decía mi abuelo «uno no puede dar de lo que no tiene». Este condicionamiento nos obliga a muchas veces sacrificar nuestra propia energía, tiempo y recursos para satisfacer las necesidades de quienes nos rodean, generando un sentimiento de frustración, cansancio y ansiedad que muchas veces no sabemos de donde viene.

El trabajo personal, aquel que nos invita a explorar nuestro propio interior y enfrentarnos con todo lo que pueda albergar, es la mejor forma de lograr un equilibrio armónico con nosotros mismos y por extensión, con quienes nos rodean. De nada sirve ser el mejor amigo / a, hermano / a, empleado / a, esposo / a, si luego de este esfuerzo por complacer a otros nos deja completamente vacíos, a nivel energético, mental y espiritual.

Muchos de los mal llamados gurús son personas que se han entregado en cuerpo y alma a los demás, olvidándose en muchos casos de sí mismos, para después sufrir las consecuencias de la impredecibilidad humana: abandonos, traiciones, cambios de intereses o prioridades, lo que les deja muy vulnerables ante este tipo de agresiones y sinsabores inherentes a la naturaleza del ser humano. El verdadero sabio o maestro es aquel que primero cuida de si mismo y luego comparte su saber y descubrimientos con los demás.

Por último, una reflexión de la que me acuerdo siempre que viajo: Si no concebimos la posibilidad de ayudarnos primero a nosotros mismos antes que a los demás, por la razón que sea, recordemos las instrucciones que nos dan los / las asistentes / as de vuelo antes de comenzar un viaje en avión: «En caso de despresurización de la cabina, máscaras de oxígeno caerán hacia ustedes desde los compartimientos ubicados en el techo del avión. Tire fuertemente de la máscara, colóquela sobre nariz y boca y respire normalmente. RECUERDE COLOCARSE PRIMERO SU MÁSCARA ANTES DE AYUDAR A QUIENES LO PUEDAN NECESITAR». Visto así, se comprende mucho más fácilmente: de qué sirve que hagamos un esfuerzo supremo por ayudar a otros si estamos sacrificando lo más valioso que tenemos en nuestra vida?

Simplificando tus opciones

Uno de los problemas más habituales y frecuentes que enfrenta quien quiere optimizar muchas de las tareas y actividades que emprende o realiza regularmente, es el de tener que enfrentarse a un sinfín de opciones y decisiones derivadas de ellas, lo que aumenta la posibilidad de fracaso y frustración del interesado o interesada.

A primera vista, cuando queremos analizar todo aquello que ocupa nuestro tiempo, pareciera que cada cosa es muy importante e irremplazable, y que es imposible dejar de hacerla u optimizarla para que nos demande menos tiempo y/o esfuerzo.

Sin embargo, y aunque nos parezca poco probable, mucho de lo que hacemos se puede optimizar o incluso eliminar. Es cuestión de estudiar en qué invertimos nuestro tiempo y observar nuestro comportamiento para identificar patrones y hábitos que posiblemente no nos dejan aprovechar al máximo el esfuerzo que realizamos.

Un criterio importante es el impacto que tiene en nuestra vida en el largo plazo la acción o acciones que solemos repetir a diario, semanal, mensual o anualmente. Como leía el otro día, a nadie le han dado un ascenso por tener su colección de 50.000 canciones en iTunes perfectamente ordenada y etiquetada. Si consideramos nuestra salud, conocimiento o relaciones con los demás, podremos tener un buen indicador sobre a qué dedicar nuestro tiempo.

Podemos comenzar haciendo una relación de nuestras actividades durante un plazo de tiempo significativo, por ejemplo una semana, y analizarlas posteriormente para determinar qué cosas de dicha lista podemos reducir, eliminar u optimizar. Hay quien dirá que hay cosas inevitables que siempre hay que hacer, queramos o no, como limpiar, lavar la ropa, hacer la compra y demás, lo cual es cierto, aunque no significa que podamos introducir cambios y mejoras en la manera que tenemos de hacer las cosas: qué pasaría si en lugar de destinar 2 ó 3 horas seguidas a limpiar la casa, vamos limpiando y recogiendo a medida que avanza el día? O si dedicamos unos minutos a pasar la mopa en lugar de permitir que se acumule el polvo durante varios días?

En la industria del automóvil hay un lema que me parece apropiado para este tema, como para la vida en general: «El proceso de la mejora contínua es infinito». Lo único que falta es comenzar y tener la intención de conseguir resultados mejores y cada vez más eficientes.