Cuando impartimos charlas sobre meditación, la gente nos suele preguntar sobre cual es el mejor tipo de meditación que existe. Y la respuesta casi siempre es la misma: depende!, ya que todas las personas somos distintas y por tanto, la manera de meditar de cada uno es muy personal.
Sin embargo, también es importante aclarar que la meditación no consiste únicamente en el acto de sentarse, cerrar los ojos, relajar el cuerpo y «poner la mente en blanco». La experiencia de estar con nosotros mismos va mucho más allá y curiosamente puede experimentarse de muchas maneras «poco ortodoxas». En los textos clásicos budistas, se habla de sastres y zapateros que alcanzaron la iluminación simplemente ejerciendo su oficio con atención y entrega, lo que nos lleva a pensar que el ejercicio meditativo consiste, más que en dominar una técnica o practicarla regularmente (que también es importante), en poder estar con nosotros mismos de manera tranquila para darnos un respiro de tanto «ruido mental» y poder volver al punto de equilibrio.
Podemos meditar mientras cocinamos, escuchamos música, limpiando la casa, fregando los platos (mi manera «casera» de meditación favorita), mientras caminamos y en general, si estamos completa y verdaderamente presentes en lo que hacemos: concentrados en la tarea sin dejar que la mente divague sobre lo que haremos después o lo que hemos dejado de hacer.
Y para terminar, una sugerencia: si se te dificulta «centrar» la mente, puedes concentrarte en tu respiración (el acto de inhalar y exhalar) o contar cada vez que respires (1 inhalas, 2 exhalas, 3 inhalas, 4 exhalas, y vuelta a empezar) para tener un «punto de referencia» al que volver si te distraes. Comienza meditando por periodos cortos que irás alargando a medida que adquieras práctica. Pruébalo, es sencillo!