Al parecer, desde hace unos años la meditación «está de moda». Muchas personas hablan de sus beneficios y de lo saludable que puede ser una práctica regular. Sin embargo, es bueno tener en cuenta algunas consideraciones para evitar que algo que en sí es recomendable y productivo, se convierta en un problema serio de salud o mental.
Como sabemos, la meditación es la práctica de la atención consciente hacia la respiración, un objeto externo o hacia la propia presencia de la persona que medita. Durante este proceso, el meditador experimenta una sensación de calma a nivel físico y mental que va aumentando en intensidad a medida que tiene más experiencia. A nivel cerebral, hay una mayor producción de ondas theta, que están asociadas a situaciones de profunda concentración, pero también a estados depresivos crónicos.
Por esta razón, la práctica de la meditación no está recomendada a personas que padecen algún trastorno depresivo, porque en muchas ocasiones puede empeorar los síntomas. Para quienes presentan este tipo de dolencia es recomendable practicar actividades que induzcan al cerebro a generar ondas beta, tales como el deporte, leer, escuchar música, entablar conversaciones, pasear y en general, tareas que exijan un grado alto de atención.
Por último, la meditación, como cualquier otra actividad, debe practicarse con mesura. Al meditador que se está introduciendo en la práctica, puede dedicar de 1 a 5 minutos al día hasta cuando se sienta cómodo en esos periodos y pueda ir aumentando gradualmente la duración de los mismos, hasta llegar a los 30 minutos por sesión, que no deberían sobrepasar las dos por día. De esta manera el cuerpo y el cerebro podrán irse adaptando paulatinamente al nuevo estado sin mayores riesgos o complicaciones.