El post de hoy es cortesía de Alberto Mateos, un buen amigo y colaborador. En el, Ron Gutman nos habla de manera clara y amena sobre el gran poder que tiene la sonrisa, así sea falsa, y todos los beneficios físicos y mentales que nos aporta. Así que, a sonreír!
El Ganar – Ganar y su verdadera aplicación
Nuestro post de hoy está a cargo de Ibor Rodriguez, un CIO y blogger que investiga cómo mejorar la productividad y su propia vida a través de distintas y variadas técnicas, y que nos hablará sobre el principio del ganar-ganar, o de la cooperación en lugar de la competición. Le cedemos la palabra:
Supongo que para todos aquellos que hayan leído a Stephen R. Covey, y sus «7 hábitos de las personas altamente efectivas», ya sabrán de lo que estoy hablando. Del cuarto principio, el de Ganar Ganar.
Consiste en que ante una negociación cliente-proveedor (podríamos trasladarlo a casi cualquier ámbito: marido-mujer, padre-hijo, jefe-subordinado, amigo-amigo,….) o relación, ambas personas pueden ganar, y no tiene que ganar uno y perder otro, o , como sucede en algunos casos, perder ambos.
Personalmente comparto con Covey la convicción de que Ganar-Ganar debe de ser la opción cuando dos partes (o empresas) tienen alguna negociación o trabajan juntas en un proyecto, pero últimamente estoy viendo a sujetos que, haciendo un uso incorrecto de este principio, intentan convencer al prójimo de que su producto es el mejor, o de que si vamos juntos en un proyecto concreto, ambos saldremos ganando, cuando el que gana casi siempre, es él.
Pongamos un ejemplo: un Proveedor viene a venderte un producto (una taza de plástico), y te dice «date cuenta de que si me compras esta taza, sales ganando. Ganas tu porque te llevas un buen producto y podrás beber el agua mucho mejor, salgo ganando yo porque ganaré dinero, y gana a la vez el fabricante al cual se lo he comprado». Esto, NO es ganar-ganar…. es un argumento más de vendedor para ganar él. No salen beneficiados ni el fabricante ni nosotros, el cliente.
Lo más importante en el principio de ganar-ganar, es que sea de corazón, que salga desde dentro, no que sea un enfoque oportunista para convencer al cliente/proveedor. Se debe de tener claro que en este mundo, hay pastel para todos, siempre y cuando no seamos codiciosos en extremo.
El que lo logremos, no se consigue de un día para otro, pero si comenzamos por creer en ello, aunque sea un poquito, y cada día aportamos más, y más, conseguiremos al final que sea algo totalmente interiorizado, y nos daremos cuenta de que el principio ganar-ganar, es una de las cosas más acertadas de nuestra vida.
Descansa
Uno de los pilares básicos de nuestro enfoque es entrenar a las personas que deciden trabajar con nosotros, para que recuperen su tono vital, lo cual pasa por nutrir correctamente el cuerpo, eliminar los desechos que no se necesitan de manera eficaz, y como no, recordar cómo descansar de manera profunda y reparadora.
¿Por qué es tan importante el descanso? Podríamos estar hablando horas y horas de las consecuencias a nivel fisiológico de una persona que no puede dormir bien, o que si lo hace, no alcanza la «profundidad» necesaria para que su cuerpo efectúe tareas de regeneración y limpieza y para que las experiencias acumuladas durante el día a nivel emocional sean correctamente procesadas, asimiladas y clasificadas.
Sin embargo, la importancia del descanso va más allá del simple hecho de dormir. El descansar es sinónimo de parar, de cambiar de actividad, de saber cuando aminorar la marcha para recargar y reponer la energía que hemos invertido, cuando es necesario. El arte del descanso no se limita a recuperar fuerzas, sino que requiere de un profundo auto-conocimiento para saber cuando es necesario darnos un respiro. Así como estamos pendientes del indicador de la batería del móvil o cualquier dispositivo que usemos regularmente, para evitar que deje de funcionar cuando lo necesitamos, el cuerpo y la mente también nos «notifican» de la necesidad de «conectarnos» para obtener la energía que necesitan para continuar operando en las mejores condiciones.
Lo malo es que pocas veces prestamos atención a estas «llamadas de atención». La sociedad actual aboga por la productividad: cada vez más rápido y mejor, hacer más cosas en menos tiempo, lograr objetivos y metas sin descanso, conseguir más, lograr más, sin dejarnos siquiera respirar. Por las noches estamos exhaustos/as y ni siquiera podemos razonar con claridad para garantizar un descanso medianamente provechoso.
¿Cuando fue la última vez que decidiste dormir una siesta porque estabas cansado/a? ¿Y la última en que decidiste que no harías más porque el cuerpo te pedía parar? ¿Cuando disfrutaste por completo del placer de no hacer nada, y sentiste la satisfacción, tanto física como mental, de percibir como la energía y el ánimo volvían a ti gradualmente?
El descanso requiere de compromiso y esfuerzo personal. Y no ese esfuerzo que cansa o que es una «obligación», sino más bien el poder realizar un ejercicio de coherencia para escuchar a nuestro cuerpo y a nuestra mente y aprender a funcionar con nuestros propios ritmos, esos que nadie más conoce y que rara vez se adaptan a las exigencias cada vez mayores de la frenética sociedad en la que vivimos, y que solemos sacrificar para poder «encajar».
Puede que no necesitemos dormir toda la noche o que trabajemos en horas intempestivas. Es cuestión de escucharnos, conocernos y sobre todo, hacernos caso para vivir mejor. Haz la prueba. Seguro que te sorprendes de los resultados…
Camina
Muchos de los problemas de salud de la sociedad en que vivimos se deben a la falta crónica de ejercicio. Las afecciones cardiacas, mentales y desórdenes del sueño son casi siempre originados por el no ponernos en movimiento con regularidad y permanecer muchas horas sentados o en actitud pasiva.
Para quienes piensan que hacer ejercicio es una tarea complicada, que cansa y que sólo produce resultados al mediano o largo plazo, y que por ello no saben por donde comenzar, tengo una buena noticia. Hay una actividad sencilla, agradable, social y que no cansa (en exceso) que no requiere material especial y que podemos practicar todos los días si así lo decidimos.
Estoy hablando de caminar, o andar como lo denominan en otros lugares. Si bien es cierto que una persona promedio puede caminar de 15 a 20 minutos al día si suma los pequeños trayectos que recorre en su casa o lugar de trabajo, además de las gestiones que haga desplazándose a pie, es necesario dedicar al menos 30 minutos a caminar con paso vivo para notar sus efectos terapéuticos. Esto es, salir con el único propósito de caminar a paso vivo y «estirar las piernas».
Si bien es cierto que podemos combinar el andar con algo más que tengamos que hacer, por ejemplo, ir a comprar algo, al banco o simplemente realizar alguna gestión sin usar un vehículo, el estar plenamente presentes al ejercitar nuestra capacidad de desplazarnos hace que no sólo el cuerpo se mueva y relaje, sino que también la mente pueda desconectar y simplemente disfrutar de la experiencia, sin que haya un fin definido. En otras palabras, caminar por el simple hecho de caminar, sin ningún objetivo o meta en concreto.
¿Qué obtenemos con esto? Podemos desconectar de lo que estemos haciendo, permitir al cuerpo generar endorfinas con su respectiva dosis de alegría y positivismo, ejercitar nuestros músculos, relacionarnos con el entorno de manera directa y sin intermediarios (léase pantallas, interpretaciones, ventanas y similares), entrar en contacto con el medio natural (el aire, el sonido, los árboles, la gente) y recordar, así sea brevemente, nuestra naturaleza móvil e impermanente.
Si hablamos de efectos más concretos, para aquellos que necesiten aún más razones, el caminar de 30 a 45 minutos al día reduce hasta en un 50% el riesgo de demencia y enfermedades mentales y disminuye de manera importante la posibilidad de enfermedades cardiovasculares. El ejercicio de bajo impacto permite una mejor desintoxicación del organismo, activando mecanismos como el sudor, que nos ayudan a eliminar las sustancias que se han acumulado y que no hemos eliminado por completo. Los pulmones y el sistema respiratorio en general se ven beneficiados, y la exposición a la hierba, ramas y hojas de árboles, así como los animales que podamos encontrarnos, ayudan a fortalecer el sistema inmune. Y por último, sin que esto signifique que no haya otros efectos positivos, el ejercicio regular facilita el sueño y mejora su calidad.
¿Qué hace falta? Simplemente salir y dar una vuelta por nuestro barrio o vecindario. No es necesario desplazarse a sitios lejanos o comprar la última generación en equipo deportivo. Basta con diseñar un recorrido que podamos hacer en unos 30 ó 40 minutos, solos o acompañados (aún mejor), y disfrutar de este momento diario de tranquilidad y beneficios casi ilimitados.