En el post anterior hablamos de cómo el acumular compulsivamente y sin control puede llevarnos a una vida más complicada y sin tiempo de lo que podríamos necesitar o tolerar, además de dar sugerir algunas pautas para comenzar a «descongestionar» nuestros espacios vitales o de trabajo.
Hoy hablaremos de mantener ese recién adquirido estado de «libertad y orden». Una vez que hemos clasificado nuestras pertenencias en lo que queremos conservar, lo que donaremos / tiraremos y lo que venderemos porque no nos hace falta o no lo usamos, es importante crear una serie de rutinas o hábitos para mantener el control de lo que hemos ordenado. El trabajo más complejo se hace cuando sabemos lo que tenemos y nos deshacemos de lo que no necesitamos. Luego, el esfuerzo se reduce a continuar con lo que hemos hecho.
Algunas pautas a tener en cuenta:
- Es interesante habituarse a tener «todo en su sitio». Ya que nos hemos tomado el tiempo de organizar nuestras pertenencias, y sabemos donde va cada cosa, lo más sencillo que podemos hacer para mantener el orden es dejar todo en el lugar que le corresponde después de usarlo. Por ejemplo, la ropa sucia. Si tenemos un cesto o bolsa para almacenarla mientras la lavamos, no cuesta nada poner lo que nos quitamos por la noche en ese lugar, para evitar dejar prendas en sillas, el suelo o el cuarto de baño.
- Evita acumular el trabajo: otra manera sencilla de evitar que el desorden vuelva a apoderarse de cualquier espacio, es impedir que se acumule. Esto es especialmente evidente en la cocina. Si dejamos que los platos y demás utensilios que usamos para comer y cocinar se vayan amontonando sin lavarlos, es posible que al ver la gran cantidad de trastos no tengamos ningún deseo de poner todo en orden. Si vamos limpiando a medida que usamos, el trabajo se reducirá en gran medida.
- Destina un tiempo a la semana para organizar papeles, recibos, cuentas y documentos en general. Puedes ir acumulando el correo entrante (sea físico o virtual) en una «bandeja de entrada» y el día y la hora escogidos, puedes clasificar, guardar, tirar o anotar lo que más te interese. Puede que también sea útil prescindir cada vez más del correo en papel y optar por soluciones virtuales, para contaminar menos y reducir el tiempo de proceso. Con respecto al correo electrónico, se pueden crear reglas para clasificar automáticamente los mensajes según su origen, asunto o persona que los escribe. Con esto sabremos donde está todo y no tendremos que invertir tiempo organizando. Sin embargo, es necesario revisar regularmente por si lo que nos ha llegado no nos interesa, y deshacernos de ello.
- Predica con el ejemplo. En todos los grupos de personas hay quienes son más ordenadas que otras. Una persona desordenada no tiene por qué constituirse en un problema. Si somos ordenados con nuestro propio espacio, quien no lo sea pronto apreciará las ventajas de una vida más desahogada y con menos caos, comenzando naturalmente a disponer de sus cosas de una forma más racional. Recuerden: «al que anda entre la miel…»
- Piensa antes de actuar. Al querer comprar un objeto, cuestiona siempre si la necesidad obedece a un deseo pasajero o a un objetivo concreto. El tener un inventario de pertenencias ayuda a no depender de la memoria y por tanto, evitar comprar cosas que ya tenemos pero que no recordamos. Otra pregunta interesante y poderosa es: ¿Donde lo voy a poner? Un buen criterio para evitar sobrecargar el espacio es no dejar nada en el suelo. Todo debe estar en alguna superficie: estante, armario, biblioteca, etc. Y por último, pregúntate si lo necesitas realmente o si puede esperar.
Si adoptamos algunas o todas estas ideas, es bastante probable que valoremos cada vez más el vivir en espacios limpios y descongestionados, que nos permitirán disponer de más tiempo para lo que de verdad importa y eliminar paulatinamente la necesidad compulsiva de satisfacer carencias de todo tipo con objetos materiales.