Adoptando una dieta baja en información

Una de las «quejas» más frecuentes que escuchamos de nuestros clientes o asistentes a seminarios, es que no son capaces de gestionar adecuadamente el creciente volumen de información al que se enfrentan cada día. Que la cantidad de sitios web, noticias, programas de televisión, artículos de prensa o revistas, tweets, posts en Facebook o cualquier red social, opiniones de amigos y/o familiares y en general, cualquier fuente de información a la que estén expuestos, es demasiado para poder asimilar todo aquello supuestamente importante que «debemos saber» para no «quedarnos atrás».

La sensación que queda al no poder «estar al día» es muy similar en todos los casos: frustración, cansancio extremo, mal humor y hasta síntomas físicos (dolor de cabeza, desaliento general, fatiga crónica y problemas estomacales). Lo paradójico es que, entre más esfuerzo hacemos por «estar informados», aumenta de manera directa la cantidad de fuentes a las que supuestamente «debemos» prestar atención, lo que convierte a la situación en un círculo vicioso.

Tim Ferriss, un conocido «marketer», que se ha hecho famoso por sus experimentos para simplificar y mejorar la experiencia vital, habla de una «dieta de baja información», en la que limitamos la ingesta de datos a procesar, para poder darle tiempo a nuestro cerebro de digerir el atasco informativo que hemos generado a lo largo de mucho tiempo, y sobre todo, poder escoger lo que es realmente relevante para nosotros.

¿Son tan importantes todos y cada uno de los correos que recibimos a diario? ¿Es realmente necesario twitear sobre todas y cada una de nuestras actividades? ¿Aporta algo significativo es seguir minuto a minuto lo que ocurre en Facebook o cualquier red social? ¿Es imprescindible conocer todos y cada uno de los detalles de las últimas noticias? ¿Nos interesa leer hasta el último post de nuestro agregador de noticias?

Una vez que comenzamos a cuestionar estas decisiones, podremos escoger lo que nos interesa y dejar atrás, sin culpa, lo que no. Hace un tiempo, realizamos un experimento que consistía en permanecer 30 días sin recibir ningún tipo de noticia: no periódicos, no revistas, no televisión, no radio, no blogs, no páginas de noticias por internet. ¿El resultado? Todos sobrevivimos con éxito y el nivel de tranquilidad y calma aumentó de manera significativa entre los participantes.

Puedes comenzar disminuyendo la frecuencia de uso del correo electrónico, consultándolo 2 veces al día nada más. Si eres usuario de redes sociales, entra y consulta el estado una vez al día durante 15 minutos máximo. Y sobre todo, se consciente del tiempo que estás invirtiendo en estas actividades y el coste a nivel energético y de estado de ánimo que puede tener.

2 respuestas a «Adoptando una dieta baja en información»

  1. Buenas,

    Siempre me ha parecido interesante este tema, de hecho ya hemos hablado varias veces, tanto en persona, como en la red.

    ¿Cuál es un síntoma de que en nuestro trabajo, estamos atrapados por la información? Cuando tenemos el correo abierto y esperamos que nos entre algo nuevo para gestionarlo. Lo único que demostramos es que nos gusta «apagar incendios» (que luego en realidad, no son ni siquiera fogatas).

    Debemos concienciarnos, eliminar lo NO útil, y centrarnos en NUESTROS objetivos. Sino, estaremos batiendo las alas sin desplazarnos a lugar alguno.

  2. Un artículo interesante para todos aquellos que somos «adictos» a la información y en el que nos vemos absolutamente reflejados.
    Por mucho que optimicemos nuestro tiempo para intentar leer todo lo que cae en nuestras manos, y todas aquellas cosas a las que estamos suscritos, revistas, feeds, foros, tweets y redes sociales siempre encontramos más cosas interesantes que nos quedan pendientes de leer. Se van acumulando y acumulando hasta que, saturados, damos un salto en el tiempo y decidimos leer solo los últimos. Quizá durante unos días parece que podemos mantenernos al día, pero enseguida empiezan a acumularse de nuevo, hasta el siguiente «salto».
    Lo curioso del caso es que si lo analizamos racionalmente descubrimos que no pasa nada cada vez que damos un salto y dejamos de leer cosas que parecía que eran vitales para nuestra existencia. Nuestra vida no se ve alterada, no nos convertimos en unos parias, ni en las personas más desinformadas del mundo.
    Lo mismo ocurre cuando nos vamos de vacaciones y nos llevamos un par de novelas y la crema bronceadora o la bicicleta. A la vuelta, el mundo ha conseguido existir sin nuestra total presencia y nosotros sin la del mundo. Y nos damos cuenta de que no sólo no nos hemos perdido nada, sino que probablemente hemos aumentado nuestro grado de felicidad.

Los comentarios están cerrados.