Sobre la realidad

En un post anterior sobre el propósito vital, terminaba preguntando sobre si considerábamos la vida como una sucesión de eventos sobre los que no teníamos ningún control o si por el contrario, trabajábamos activamente por construir una realidad como la que queríamos vivir o experimentar.

De este cuestionamiento se derivan dos preguntas interesantes: ¿qué es la realidad? o, por otra parte, ¿sabemos cual es la realidad en la que deseamos vivir?

Bruce Lee, ese «artista de la vida» que invirtió casi la totalidad de su corta existencia en buscar su propio método vital, nos da algunas ideas sobre este concepto:

«El enfoque occidental de la realidad se plasma en gran medida a través de la teoría, y la teoría comienza por negar la realidad: hablar de la realidad, darle vueltas a la realidad, captar cualquier cosa que atraiga nuestros sentidos, intelectualizarla y abstraerla de la realidad misma»

¿Cuantas veces hablamos de una realidad que no conocemos de manera experiencial? ¿O de la que simplemente hemos escuchado algo y por ese simple hecho, nos convertimos automáticamente en expertos en la materia, sin siquiera saber de qué se trata en concreto? Esta negación sistemática del entorno en el que vivimos y percibimos impide de manera muy eficaz que apreciemos la vida tal y como es, lo que nos lleva a la siguiente cita:

«Lo que ES resulta más importante que lo que DEBERÍA SER. Casi todas las personas observan lo «que es» pensando en cómo «debería ser».

¿Suena familiar? Lo normal es vivir en un mundo de frustraciones porque las personas no hacen lo que «deberían», el mundo no funciona como «debería» o mi percepción de la realidad es lo que «debería» ser, enfoque este que es un camino seguro y estable hacia una vida llena de frustraciones y sinsabores.

El simple hecho de aceptar la realidad tal como se presenta, sin filtros ni valoraciones, nos permite «desintoxicarnos» y dejar de lado la forma más sutil de auto-agresión, que es la de querer cambiar todo eso que no nos gusta de nosotros mismos, y por extensión, del mundo, sin haber aceptado que ello es LO QUE HAY Y LO QUE ES. El primer paso para cualquier proceso de modificación de conductas es ACEPTAR que están ahí, y seguidamente decidir si queremos dejarlas estar o cambiar algo de sitio.

Una vez que somos capaces de observar sin valorar, es posible saber, poco a poco, lo que deseamos en realidad, sin estar influídos por nuestras creencias limitadoras que normalmente nos llevan hacia lugares poco agradables, que casi siempre aceptamos sin rechistar demasiado, porque, ahora si (paradojas de la vida, «es lo que hay».

¿Eres capaz de observar la realidad tal como es, o te cuesta separar tus ideas preconcebidas de como ocurren las cosas en el mundo? La paciencia, la compasión y el equilibrio interior, alcanzable a través de periodos de soledad y meditación, son herramientas fundamentales para lograrlo.

(Citas extraídas de «Pensamientos Extraordinarios». Bruce Lee, compilado por John Little. Ed. Dojo. Págs. 35 y 36).

La naturaleza de la mente

Muchas veces al tratar de explicar en qué consiste la meditación, nos encontramos con muchos problemas para quienes nos preguntan entiendan cual es el objetivo. Este vídeo lo explica de manera muy clara y sencilla: «no te metas en la corriente, espera en la orilla para evitar contaminar otra vez el agua!»

httpv://www.youtube.com/watch?v=JprMHzbNb9w

Los peligros de la meditación

Al parecer, desde hace unos años la meditación «está de moda». Muchas personas hablan de sus beneficios y de lo saludable que puede ser una práctica regular. Sin embargo, es bueno tener en cuenta algunas consideraciones para evitar que algo que en sí es recomendable y productivo, se convierta en un problema serio de salud o mental.

Como sabemos, la meditación es la práctica de la atención consciente hacia la respiración, un objeto externo o hacia la propia presencia de la persona que medita. Durante este proceso, el meditador experimenta una sensación de calma a nivel físico y mental que va aumentando en intensidad a medida que tiene más experiencia. A nivel cerebral, hay una mayor producción de ondas theta, que están asociadas a situaciones de profunda concentración, pero también a estados depresivos crónicos.

Por esta razón, la práctica de la meditación no está recomendada a personas que padecen algún trastorno depresivo, porque en muchas ocasiones puede empeorar los síntomas. Para quienes presentan este tipo de dolencia es recomendable practicar actividades que induzcan al cerebro a generar ondas beta, tales como el deporte, leer, escuchar música, entablar conversaciones, pasear y en general, tareas que exijan un grado alto de atención.

Por último, la meditación, como cualquier otra actividad, debe practicarse con mesura. Al meditador que se está introduciendo en la práctica, puede dedicar de 1 a 5 minutos al día hasta cuando se sienta cómodo en esos periodos y pueda ir aumentando gradualmente la duración de los mismos, hasta llegar a los 30 minutos por sesión, que no deberían sobrepasar las dos por día. De esta manera el cuerpo y el cerebro podrán irse adaptando paulatinamente al nuevo estado sin mayores riesgos o complicaciones.

La meditación en todas partes

Cuando impartimos charlas sobre meditación, la gente nos suele preguntar sobre cual es el mejor tipo de meditación que existe. Y la respuesta casi siempre es la misma: depende!, ya que todas las personas somos distintas y por tanto, la manera de meditar de cada uno es muy personal.

Sin embargo, también es importante aclarar que la meditación no consiste únicamente en el acto de sentarse, cerrar los ojos, relajar el cuerpo y «poner la mente en blanco». La experiencia de estar con nosotros mismos va mucho más allá y curiosamente puede experimentarse de muchas maneras «poco ortodoxas». En los textos clásicos budistas, se habla de sastres y zapateros que alcanzaron la iluminación simplemente ejerciendo su oficio con atención y entrega, lo que nos lleva a pensar que el ejercicio meditativo consiste, más que en dominar una técnica o practicarla regularmente (que también es importante), en poder estar con nosotros mismos de manera tranquila para darnos un respiro de tanto «ruido mental» y poder volver al punto de equilibrio.

Podemos meditar mientras cocinamos, escuchamos música, limpiando la casa, fregando los platos (mi manera «casera» de meditación favorita), mientras caminamos y en general, si estamos completa y verdaderamente presentes en lo que hacemos: concentrados en la tarea sin dejar que la mente divague sobre lo que haremos después o lo que hemos dejado de hacer.

Y para terminar, una sugerencia: si se te dificulta «centrar» la mente, puedes concentrarte en tu respiración (el acto de inhalar y exhalar) o contar cada vez que respires (1 inhalas, 2 exhalas, 3 inhalas, 4 exhalas, y vuelta a empezar) para tener un «punto de referencia» al que volver si te distraes. Comienza meditando por periodos cortos que irás alargando a medida que adquieras práctica. Pruébalo, es sencillo!