La naturaleza de la mente

Muchas veces al tratar de explicar en qué consiste la meditación, nos encontramos con muchos problemas para quienes nos preguntan entiendan cual es el objetivo. Este vídeo lo explica de manera muy clara y sencilla: «no te metas en la corriente, espera en la orilla para evitar contaminar otra vez el agua!»

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Motivación Continua

En muchos de los proyectos o actividades que emprendemos, hay un factor común: el entusiasmo o motivación inicial, que hace que aquello que estamos comenzando se antoje atractivo, fácil y divertido. Sin embargo, a medida que la actividad o proyecto se van desarrollando y nos encontramos con obstáculos o nuestras expectativas iniciales no se cumplen, el ánimo va decayendo hasta incluso lograr que aquello que nos parecía tan interesante se convierta en una pesada carga de la que nos queremos deshacer cuanto antes.

El arte de motivarse es complejo. Se necesita mucha persistencia y entender cómo funcionamos para saber cuando y cómo es necesario recibir una inyección de energía e impulso para continuar y lograr lo que nos hemos propuesto. Sin embargo, la mayoría de nosotros sabemos como hacerlo, porque cuando alguien más necesita de una palabra de aliento o «un hombro sobre el cual llorar», sabemos que decir, que hacer y nos esforzamos por confortar a esta persona para que pueda continuar y/o sobreponerse a la situación que esté viviendo. El principal obstáculo es que no aplicamos esa sabiduría y conocimiento en nosotros mismos la mayoría de las veces.

En esencia, se nos ha enseñado o hemos aprendido a ser excesivamente duros con nosotros mismos: exageramos nuestros errores y poco reconocemos nuestros éxitos o logros. Lo que causa que cuando encontramos algún obstáculo o dificultad, nos demos por vencidos porque no recordamos que somos capaces y que hemos superado muchos retos iguales o mayores en el pasado.

El secreto para no perder el impulso y evitar el «auto-castigo» es recordar continuamente nuestras habilidades, capacidades y logros, de manera que nuestro cerebro se acostumbre y tenga presente esta información en todo momento, para que, cuando se encuentre con una situación que dispare los mecanismos de auto-compasión, derrota o insatisfacción, pueda responder con un estímulo positivo que nos permita seguir adelante.

¿Y cómo lo hacemos? El escuchar o leer frases motivadoras, que han de estar construidas y dichas en tiempo presente y enunciando una acción clara, le permiten a nuestro cuerpo asociar sentimientos y refuerzos positivos a nuestra propia persona. Si la voz que nos indica estas ideas es la nuestra, el efecto será mucho mayor. Al principio puede que nos suene extraño y hasta molesto escuchar nuestra propia voz una y otra vez diciendo cosas que tal vez nos generen rechazo o que al comienzo no creamos. No obstante, si persistimos en escucharlas, comenzaremos a notar que cada vez más nos identificamos con dichas ideas. Dicho de otro modo, es emplear el principio de la publicidad repetitiva para que el mensaje cale en lo más profundo de nuestra mente, con todos los efectos positivos que esto genera.

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Priorizando correctamente

Cuando se habla de técnicas para racionalizar el trabajo y no ahogarnos en un mar de peticiones, información y problemas a resolver, la primera regla es construir una lista desde la que podamos controlar las tareas a realizar y tener una visión general de lo que hemos hecho y lo que nos falta en un momento determinado.

Sin embargo, el tener una lista con todo aquello que queremos completar en un día / semana / mes no es suficiente. La segunda regla importante es poder priorizar las actividades, ya que al principio no sabremos o podremos calcular correctamente el tiempo y/o el esfuerzo invertido en cada una de ellas, y podemos terminar el periodo de acción con muchas tareas sin completar o empezar.

Entonces: ¿cómo priorizamos? Hace poco comentábamos sobre la importancia de los MITs y decíamos que dentro de la lista de tareas a desarrollar deben existir de 3 a 5 items que por su impacto en nuestra vida personal o profesional, estarían al comienzo de la lista y que serían las tareas a completar primero. Es muy tentador concentrarnos en las tareas fáciles o rutinarias para sentir al final del día que hemos hecho mucho, sin embargo, estos logros, si bien importantes para motivarnos en el corto plazo por la sensación de logro obtenida, no son suficientes para avanzar en nuestros objetivos vitales.

Un claro ejemplo de lo anterior es dejarnos «distraer» por tareas como las gestiones bancarias, actualizar nuestro Facebook, twitear sobre nuestro último paseo, subir las fotos a Flickr, o organizar nuestra casa, dejando para el final (cuando ya estamos cansados) el escribir el post para el blog, una página más de nuestra novela, hacer ejercicio, estudiar la lección del día del idioma que estemos aprendiendo o correr durante 30 minutos. Qué tienen en común todas estas cosas? Que causan un efecto positivo y a largo plazo en nuestra vida. Si las aplazamos para el final, cuando ya no tengamos ganas o fuerzas, la frustración de «dejarnos arrastrar» por la cotidianidad nos desanimará aún más.

Una pregunta a tener en cuenta a la hora de priorizar nuestras tareas es la siguiente: «¿Cual es el efecto de aplazar este item a mañana / la próxima semana o el año entrante?» Si la respuesta tiene más componentes o efectos negativos que positivos, es un buen indicador para completar la tarea lo más pronto posible.

Por tanto, al priorizar sería bueno tener en cuenta el impacto, la demanda de energía y la duración de aquellas tareas que consideramos imprescindible completar durante la jornada, para concentrarnos en ellas con todos los medios disponibles. Y claro, a más tareas, más ansiedad por no poder completarlas. La simplicidad, de la que hablaremos próximamente, puede ser un poderoso aliado a la hora de alcanzar nuestras metas. Porque ya lo sabemos: mejor calidad que cantidad.

El dinero y tu: historia de una relación

Los dos posts anteriores suscitaron una serie de reacciones interesantes sobre la relación que cada persona tiene con el dinero, ya que nuestra opinión y manera de gestionarlo reflejan claramente nuestras creencias y valores al respecto.

El dinero hace parte de la vida de las personas desde hace mucho. Sin embargo, esto no significa que seamos capaces de relacionarnos de manera sana con él. ¿Y qué es una «manera sana», preguntarán muchos y muchas? El poder ver al dinero como un medio y no como un fin podría ser una buena aproximación. También podría ser el no verlo como «un mal necesario» o «algo que hay que tener».

Sin embargo, muchos de los conceptos que tenemos con respecto al dinero, al tenerlo o no, al poder generarlo o no, vienen de nuestros hogares: ideas preconcebidas que nos fueron transmitidas sin que apenas nos diéramos cuenta por nuestros padres o quienes se hicieron cargo de nuestra educación o crianza. Como no existía ningún filtro y replicamos lo que vemos sin apenas cuestionarlo (ya que esta habilidad crítica se desarrolla con la edad), nos hemos quedado con creencias que posiblemente no se correspondan con el estilo de vida que queremos llevar.

El cuestionar dichas creencias nos ayudará a saber por qué gastamos de más, no sentimos que estemos bien retribuidos a nivel monetario por nuestro trabajo o incluso la sensación de no tener nunca suficiente para satisfacer nuestras necesidades y deseos. El dinero no es bueno o malo «per se». Lo que hace la diferencia es la actitud de quien lo tiene, consigue o gestiona, y estará disponible para aquel o aquella lo aprecie como un medio.

Algunas preguntas para pensar:

¿Como se expresaban / expresan mis padres cuando hablaban de dinero?

¿Cuando obtuve mi primer «salario»?

Cuando no dispongo de dinero, ¿pienso que tengo mala suerte, que no lo merezco o que simplemente no puedo conseguirlo, o comienzo a idear estrategias para tenerlo y disfrutarlo?

¿Sé cuanto ingreso y cuanto gasto en realidad en un momento dado?

De las cantidades que gasto, ¿cuales de ellas son para satisfacer mis necesidades y cuales por hábito o con un alto componente social?

Cuando recibo dinero de manera inesperada, ¿pienso en qué podría comprar o tengo la idea de generar más?

¿Percibo el dinero como algo bueno y positivo o malo y negativo?

¿Qué entiendo por escasez? ¿Y por abundancia?

Estos interrogantes nos pueden dar un buen punto de partida para evaluar con objetividad la relación que tenemos con el dinero y poder modificarla para que coincida con nuestra visión personal del mundo.