En el post anterior, hice una pequeña introducción sobre una sencilla técnica para saber cuanto dinero gastábamos en un periodo determinado. Una vez que hemos determinado la cantidad exacta que gastamos, y tenemos el hábito de anotar todos y cada uno de los movimientos monetarios que hacemos, es tiempo de analizar los diferentes items de la lista.
Con el simple hecho de controlar el gasto apuntándolo, podemos tener una idea general de en qué estamos invirtiendo el dinero y sobre todo, darnos cuenta de ciertos gastos que cuando se hacen pasan desapercibidos. Una vez los totalizamos en papel, podemos ver toda su magnitud sin lugar a equívocos.
Un problema habitual son las tarjetas de crédito. Son una forma «indolora» y «rápida» de gastar sin darnos cuenta, ya que no se produce un gasto inmediato en nuestras reservas de dinero. Sin embargo, el no ser conscientes de la cantidad y sobre todo, de nuestra capacidad de pago, puede causarnos serios problemas a final de mes. Una buena estrategia es emplearlas solamente para emergencias o gastos importantes sobre los que tengamos respaldo, es decir, fondos suficientes para pagarlos. Vale la pena apuntar que los intereses de uso al aplazar los pagos son bastante altos, lo que no contribuye a nuestro objetivos de reducir gastos.
Las compras por internet también pueden ser especialmente problemáticas, porque al no existir un esfuerzo asociado (tener que ir a un lugar físico, tomar el dinero, pagar y recibir el artículo), el cerebro no asocia la operación de pago con la tarjeta de crédito como algo consumado. De ahí el éxito de las iniciativas de micro-pagos, como el caso de la tienda de música y aplicaciones de Apple: es fácil gastarse mucho dinero si no somos conscientes de que todo se acumula con el tiempo! (Pequeñas compras de 70 ó 90 céntimos pueden llegar a cientos de euros sin darnos cuenta, si no las controlamos).
Cuando hemos puesto en papel los gastos y diferenciado por rubros, podemos por fin comenzar a ver cómo reducir el volumen de dinero que pagamos por determinadas cosas. Hábitos tan sencillos como llevar al supermercado una lista de la compra cerrada con únicamente lo que necesitamos, ir a comprar una vez a la semana o ir sumando el valor de los artículos a medida que los ponemos en el carro, nos ayudarán a controlar el total invertido en estas compras.
En el caso de ciertos servicios como el teléfono móvil, es importante tener alternativas: las llamadas entre teléfonos fijos (al menos en España) son gratuitas, por lo que podríamos emplearlos en lugar del móvil. Si tenemos algún smartphone (iPhone, Android o similar) con plan de datos, podemos usar aplicaciones gratuitas o de muy bajo coste como Skype, WhatsApp o HeyTell para comunicarnos con quienes necesitemos sin pagar más. Por último, si nos vemos forzados a hablar por el móvil, el controlar el tiempo y ser conscientes del valor de cada minuto y del establecimiento de llamada, ayuda a acortar las conversaciones innecesarias. Mi padre solía decir que a veces es mejor quedar con alguien para conversar en persona que gastar en teléfono diciendo lo mismo. (que es, normalmente, más caro)
Por último, los servicios públicos también son objeto de ahorro: el apagar luces innecesarias, usar bombillas de bajo consumo y luz natural, abrigarnos para encender la calefacción sólo lo necesario, cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes, nos enjabonamos o enjabonamos los platos, usar una botella dentro del depósito del water para ahorrar un litro o más de agua en cada descarga y no dejar los electrodomésticos conectados si no los estamos usando (evitar el modo standby: la famosa lucecita roja o el modo de hibernación de los ordenadores), puede incidir de manera importante en el monto de la factura.
De esta manera podremos reducir de manera importante nuestros gastos y sobre todo, controlar en qué invertimos el dinero. ¿Alguna otra idea sobre el particular? Me encantaría conocer vuestros comentarios!